Perfiles

Iván Sergio Carreño Aguilera

La guitarra eléctrica de “Ivanocho”

Tenía personalidad propia: militaba en las Juventudes Comunistas y también coqueteaba con el hippismo. Le fascinaban las películas de vaqueros y era talentoso para los oficios manuales: se hizo su propia guitarra eléctrica con desechos, para tocar desde Jimi Hendrix hasta Quilapayún. A Iván Sergio Carreño Aguilera y a sus hermanos y hermanas el padre los hacía dormir escuchando música clásica. En la familia le decían “Ivanocho”. Tenía 15 años al momento de su detención, realizada el día 13 de agosto de 1974 en su propio domicilio por agentes de la DINA. Se lo llevaron junto al padre, que también figura como detenido desaparecido.

No era común a inicios de la década de 1970 mezclar la música psicodélica y el rock con la pertenencia a las Juventudes Comunistas. De carácter original, Iván Sergio Carreño Aguilera sí lo hizo, aliñando el rigor de la militancia política con toques de hippismo. A las Juventudes Comunistas había ingresado a los 12 años, más o menos, cuando ya tenía experiencia pintando en Conchalí, donde vivía, con la Brigada Ramona Parra. Además, era fanático de Santana y Jimi Hendrix. Coleccionaba sus discos, uno de los cuales, War Heroes, de Hendrix, aún es conservado por su hermana Ana María, quien lo guarda como un artefacto que mantiene vivos los recuerdos más íntimos de Iván, un adolescente alegre, con chispa, bien flaco, bajito, la tez mate, y el pelo castaño claro y liso, más largo de lo habitual. Tenía 15 años al momento de su detención. Hasta el día de hoy, sus restos siguen sin aparecer.  

Junto con ser talentoso para la música –cantaba y tocaba instrumentos—, Iván sabía usar las manos para confeccionar lo que le hacía falta y le gustaba. Armó un barco dentro de una botella pequeña, que le regaló a su amigo íntimo, Sergio. A su perro regalón, Cascabel, le construyó una casa en el patio. No contento con eso, se hizo unos mocasines apache y él mismo fabricó su propia guitarra eléctrica, con materiales de desecho, para tocar los temas de Santana, Hendrix, Inti Illimani y Quilapayún. 

Así se daba un respiro de la vida de estudiante en el Liceo Nº 12 de Conchalí, vida que se tomaba en serio mientras atendía a los ecos de la guerra de Vietnam. Hay que decir que la familia entera tiene buen oído, y quizá no por azar. A Iván y a sus tres hermanos y tres hermanas el padre los hacía dormir escuchando los Nocturnos de Chopin, piezas de Franz Liszt y de Beethoven. Ana María, rememorando esos episodios, menciona que recibieron una enseñanza “adictiva a la música”. En las marchas de las Juventudes Comunistas, Iván tocaba el tambor.

A Iván, en la familia le decían “Ivanocho”, y todavía lo recuerdan como un adolescente a quien le gustaba ayudar a los otros.

Es posible pensar que la solidaridad le vino en parte por el lado del padre, Manuel Antonio Carreño Navarro, también miembro del Partido Comunista. Manuel trabajaba en las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios, las célebres JAP, organización encargada de racionar los alimentos y velar por la escasez de suministros durante la etapa final del gobierno de Salvador Allende. En esa función, a diario recibía mercadería en su casa y le tocaba distribuirla. Ana María recuerda las peleas de Manuel con su mamá, Ana Aguilera Covarrubias. ¿La razón? Su padre repartía todo, se quedaba sin nada, forzando a la familia –Iván y Ana María eran de los que se ofrecían— a hacer largas colas como cualquier vecino para adquirir productos de primera necesidad. A Ana tampoco le gustaba la militancia de su marido y de sus hijos. Ella prefería mantenerse al margen de la política. Por lo demás, Manuel no consideraba que la militancia fuera cosa de mujeres, de manera que sus hijas tenían prohibido incorporarse al Partido Comunista.   

Ana María era la hermana más cercana a Iván; era la mayor de los dos, pero por poco. Más que cercanos, eran yuntas. Si a los nueve años Iván se tiraba del techo de la casa (y se quebraba la clavícula) jugando a Superman, ella hacía lo propio, saltando al patio en calidad de Superwoman. Ana María nos cuenta que Ivanocho era malo para la pelota, pero bueno para pololear y tener amigas, porque era muy galán, en el sentido de atento y respetuoso con las jóvenes, que le correspondían. 

Ana, la madre, llevaba a toda la prole al cine Santa Lucía o al teatro La Palmilla una vez al mes. A Iván le fascinaban las películas de vaqueros. También tuvo la oportunidad de tomarle el gusto al cine de la Metro Goldwyn Mayer, gracias a un cuñado que trabajaba en la oficina santiaguina de la compañía estadounidense, y le regalaba entradas para el cine que esta tenía en la calle Banderas. Ahí Ivanocho vio grandes producciones de Hollywood, como Lawrence de Arabia y El doctor Zhivago. “Éramos niños felices”, asegura Ana María en una entrevista, “mis papás se preocuparon de que creciéramos bien, teníamos una librería y ahí intercambiábamos revistas, [a Iván] le gustaba la Archie”, una famosa serie de historietas dirigida a un público adolescente.

Así transcurría la vida de Iván, entre las actividades del Partido, los estudios, la música, los galanteos, el cine y las reuniones con amigos. Hasta el 13 de agosto de 1974.

Ese día, alrededor de las 00:30 horas, la puerta de la casa de Ivanocho –en la Población El Carmen, comuna de Conchalí— fue abierta a patadas. Súbitamente, a la vivienda ingresaron tres hombres armados, miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional, la DINA, que no mostraron ninguna documentación, pero se hicieron pasar por policías en búsqueda de Iván, cuyo nombre llevaban anotado en una lista contenida en una carpeta negra. 

Entonces obligaron a Ana a conducirlos a la habitación de su hijo. Sin dar explicaciones, lo detuvieron y registraron la casa. Manuel, de 53 años en ese entonces, consultó a los hombres qué sucedía. Un agente le respondió: “usted quédese calladito porque también tiene que acompañarnos, es allá donde tiene que hablar”. Ana, por su parte, intentó retener a los suyos, y preguntó, desconcertada, por su hijo Iván, de tan solo 15 años: “¿Por qué se lo llevan?”. Por toda respuesta obtuvo estas palabras: “Ahora se preocupa y no se preocupó antes cuando andaba pegando carteles en la calle”. Germán, hermano menor de Iván, se puso a llorar ante la confusa situación. Uno de los hombres lo encañonó para hacerlo callar.

Manuel e Iván hicieron abandono de la casa en la madrugada. Ivanocho iba vestido con una parka azul nueva, con cuello de piel y capuchón, un pantalón azul de tela de piel de durazno y los mocasines apaches que se había hecho con sus propias manos. Padre e hijo fueron subidos a la parte trasera de una camioneta roja sin patente, donde además había dos agentes y otro detenido: José del Tránsito Aceitón Salazar, a quien llevaban amarrado con alambres y tapado con una frazada. Aceitón había sido presidente de las JAP del sector. De hecho, él abastecía a Manuel, quien en el pasado había pertenecido a la Fuerza Aérea, de donde lo habían expulsado por comunista.

El mismo 13 de agosto, pero en la tarde, Iván fue visto en una camioneta que se dedicó a merodear por la Población Anexo Independencia, frente al sector donde él vivía. Sus captores buscaban que reconociera a militantes del Partido Comunista. A las seis de la tarde, Iván presenció la detención de Verónica Patricia Pareja y Rosa Eliana Narváez. Las dos menores de edad habían participado, junto a él, en un grupo juvenil católico de la Población Anexo Independencia. Después las dejaron en libertad, pero de eso Iván no se enteró. En otra fecha que no se logró precisar, un vecino de la misma Población El Carmen divisó a Iván con agentes de la DINA durante uno de los allanamientos a su hogar. Las torturas ya se le notaban a lo lejos: Iván no podía caminar sin ayuda

Gracias a las declaraciones prestadas por testigos y la información recolectada por la Vicaría de la Solidaridad, se logró determinar que Iván y Manuel fueron trasladados a Londres 38, uno de los centros secretos de detención y tortura de la DINA, ubicado a pasos de la catedral de San Francisco, en la Alameda. Al menos hasta agosto de 1974, Iván y Manuel seguían detenidos en Londres 38. Consta además que pasaron un breve periodo en la Villa Grimaldi, también en poder de la DINA. 

Dos días después de su detención, el 15 de agosto de 1974, Iván cumplió 16 años. Los agentes de la DINA decidieron hacer algo por su cumpleaños. Como dice Ana María, le dieron “guaraca”. Lo torturaron como nunca antes lo habían hecho. Y todo en presencia del padre.

A Manuel y a Iván los mataron en Londres 38. Mientras era torturado, Manuel entró en crisis e insultó a los guardias. Entonces lo sacaron al patio interior de la casa, y lo asesinaron a golpes (otro detenido en el recinto testificó en una causa judicial que un agente le “vació una ráfaga de tiros”). Los otros prisioneros escucharon la escena macabra, los lamentos de Manuel. Iván reaccionó desesperado, a los gritos, y esto les dio una excusa a los hombres de la DINA para matarlo: a golpes, en el patio, igual que a su padre, ese mismo día indeterminado. 

Parte de los hechos se conocen por testimonios entregados a Jesús Rodríguez Iglesias, párroco de Conchalí, y por declaraciones aportadas por otros testigos, incluido José Aceitón, quien fue una de las personas que pidió expresamente no darle esta información a la familia, porque la señora “podía incluso morirse”. Luego de asesinar a Manuel, los hombres de la DINA habrían cavado un hoyo en el patio. Los demás detenidos –la mayoría miristas y socialistas— quedaron con la impresión de que al menos Manuel había sido enterrado ahí mismo. 

Ana no se quedó esperando con los brazos cruzados. Recurrió a todas las instancias disponibles para conocer su paradero y recuperarlos. El 19 de agosto de 1974, a seis días de la detención de Iván y Manuel, presentó un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago, expresando la detención ilegal de su hijo y de su esposo. El recurso fue acogido y se ofició al Ministerio del Interior para que entregara información sobre los afectados. La respuesta del Ministerio tardó un mes en llegar y se limitó a declarar que “los amparados no se encuentran detenidos por orden de alguna autoridad administrativa”, agregando que no se contaba con noticias sobre sus paraderos.  

En septiembre del mismo año, la Corte solicitó informes al director general de Carabineros, César Mendoza Durán, y al ministro de Defensa Nacional, Herman Brady Roche, pero ninguno de los dos aportó algo. Las víctimas no registraban antecedentes. Ni siquiera habían sido denunciados ante la Justicia Militar. Semanas después, la Corte reiteró el oficio al director general de Carabineros y solicitó información al jefe de la Zona en Estado de Sitio y al Comando de Aviación. Las respuestas volvieron a ser negativas: “No se encuentran procesados ni detenidos por esta autoridad”. 

“Mi angustia de madre, de mujer, de esposa y de chilena, en estos momentos es inmensa frente a la injusticia tan grande y creo que es necesario que vuestra Corte haga uso de todas las facultades y prerrogativas que le confieren las leyes a fin de poner término definitivo a ella”. Declaró Ana a la Corte de Apelaciones en noviembre de 1974, a tres meses de la desaparición forzada de su hijo y su esposo.

Todas las gestiones formales de la Corte resultaron infructuosas, hasta que se resolvió declarar sin lugar el recurso de amparo interpuesto en favor de Manuel e Iván. Ana no renunció. En los próximos años, perseveró en las gestiones judiciales, aunque sin obtener ningún resultado, salvo frustración tras frustración. Envió cartas a los ministerios de Interior y Defensa, recorrió centros de tortura y mantuvo contacto con la Secretaría Nacional de Detenidos. Nada prosperó. 

La familia Carreño Aguilera quedó a la intemperie tras la desaparición de Manuel e Iván. Según nos cuenta Ana María, desde ese momento comenzaron a tratarlos como si tuvieran “lepra, ni siquiera los compañeros del partido se acercaron a nosotros”. Ana provenía de una familia de derecha, y seguramente eso no la ayudó en nada. Tampoco por ese lado encontró amparo. Incluso, uno de sus hermanos, gerente de una empresa muy importante al momento del Golpe de Estado, habría contribuido a la desaparición de gente. Mientras tanto, los hombres de la DINA no se cansaban de allanarles la casa a los Carreño Aguilera. Para peor, en los alrededores de su hogar, se divisaba a diario a un civil de punto fijo.

Ana María Carreño en su casa junto a las fotografías de su padre Manuel y su hermano Iván. Créditos: Franco Galaz.

Desde fines de los años 70, Ana María forma parte de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Ahí sigue activa. No se pierde reunión, ni evento, ni manifestación. Dice haber hecho de la Agrupación “mi vida”. Hay un tono imperioso en su demanda de justicia que no ha aflojado con los años. Demanda de justicia y reivindicación de la memoria. En los años 80, en plena dictadura, era de las mujeres que iban a manifestarse frente a la casa de Londres 38, custodiada por agentes de civil que las interceptaban. La madre de Ana María y su hermano para ese entonces se habían exiliado en Europa, de modo que ella perseveró sola en la causa de los derechos humanos.

Para los cumpleaños de Iván suelen reunirse en familia y comer una torta en su homenaje. Pero en esas ocasiones, en que la “celebración” está teñida por el duelo, no se sacan fotos. Ana María siente que su hermano sigue a su lado. Habla de “algo mágico, no sé, intangible, uno sabe que está, él te guía”.  

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Créditos

PROYECTO  TRANSMEDIA VESTIGIOS | 2023

Dirección general: Viviana Flores Marín, Manuel Vicuña, Carolina Zúñiga. Edición periodística: Viviana Flores Marín. Contenidos: Manuel Vicuña. Investigación: Manuel Vicuña, Viviana Flores Marín, Carolina Figueroa, Luna Ángel, Ignacio Aguirre. Producción ejecutiva: Carolina Zúñiga. Producción periodística: Franco Galaz Botka, Luna Ángel Asistencia de Producción: Luka Montecinos. Ilustraciones: Franco Nieri. Diseño gráfico: Catalina Pérez G. Coordinación administrativa UDP: Loreto Contreras, Mónica González, Felipe Alarcón, Ingrid Pro. Asesoría jurídica y derechos de autor: Belén Catalán y Paulina Lehue, Oficina de Innovación, Desarrollo y Transferencia UDP

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CORTOMETRAJE CUADERNO DE NOMBRES | 2023

Dirección: Cristóbal León y Joaquín Cociña. Producción: Catalina Vergara. Asistencia de Producción: Nina Salvador. Guión: Alejandra Moffat, Cristóbal León, Joaquín Cociña. Texto: Alejandra Moffat. Edición: Paolo Caro Silva, Cristóbal León, Joaquín Cociña. Música y Diseño Sonoro: Valo Sonoro. Voz: Nina Salvador. Animación Estudio León & Cociña: Francisco Visceral Rivera, Trinidad Santibañez. Asistentes de animación: Francisco Paredes, Paolo Caro Silva, Isidora Rojas, Laura Donoso, Matias López, Nicole Cortéz, Nina Salvador. Animación Taller Balmaceda Arte Joven: Valeria Manríquez, Catalina Huala, Celeste Chavez, Fernanda Valenzuela, Valbort Esparza, Michelle Aubry, Aielen Hurtado, Jalile Soto, Daniel Vásquez, Annais Josefa Aguilar, Josefina Acevedo, Carla Salgado, Alison Castro, Varinthia Ruiz-Tagle, Matías López, Josefa Mujica, Paz Marín, Daniel Vasquez. Postproducción de imagen: Cristóbal León, Joaquín Cociña. Coro: Valeria Manríquez, Catalina Huala, Celeste Chavez, Fernanda Valenzuela, Valbort Esparza, Michelle Aubry, Aielen Hurtado, Jalile Soto, Daniel Vasquez, Annais Josefa Aguilar, Josefina Acevedo, Carla Salgado, Alison Castro, Varinthia Ruiz-Tagle, Matías López, Josefa Mujica, Paz Marín, Daniel Vasquez, Nina Salvador, Cristóbal León, Paolo Caro Silva, Francisco Visceral, Trinidad Santibañez. Grabación de voz: Felipe Rivera. Títulos y créditos: Cristóbal León, Joaquín Cociña. Basado en la investigación de: Viviana Flores Marín, Manuel Vicuña y Carolina Zúñiga, Centro para las Humanidades y Laboratorio Digital Universidad Diego Portales. Producen: Diluvio, Globo Rojo Films, Universidad Diego Portales. Coordinación Taller Balmaceda Arte Joven: Ximena Zomosa y Joss Faúndez Silva. Making of: Francisco Paredes

Agradecimientos

INSTITUCIONES

Subsecretaria de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos de Santiago y regiones, Centro de Derechos Humanos UDP, Observatorio de Justicia Transicional UDP, Clínica Psicológica UDP, Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas, Memoria Viva.

PERSONAS

Rosemarie Bornand,  María Luisa Sepúlveda, Eugenio Tironi, Jorge Bande, Cristóbal Jimeno, Alfredo Joignant, Claudio Fuentes, Lidia Casas, Cath Collins, María Paz Vergara, Nicole Drouilly, María Luisa Ortiz, Claudio Gonzalez, Sandro Gaete, Paulina Zamorano, Gloria Ramírez, Víctor Maturana, José Araya, Juan René Maureira, Patricia Jara, Carlos Maureira, Adil Berkovic, Diego Cabezas, Teresa Retamal, Rosa Pino, Alicia Lira, Vilma Salazar, Paulina Núñez, Carmen Arévalo, Mariana Barahona, Macarena Fernández, Patricio Cuevas.

Ana Cabezas, Tina Escanilla, Juana Mora, Lorenza Cheuquepán, Viviana González, Nora Martínez, Ana María González, Alicia Santander, Ana María Carreño, Yohanna Libante, Francisca Santana, Franchesca Álvarez, Clementina Miranda, Mariana Álvarez, Roberto Álvarez, Evita Aguayo, Claudia Ascencio, Conraína Solis.